El día 18 de Mayo a las 14 hs. en el segundo piso del Templo Shaare Sión, sito en Helguera 465, Ciudad Autónoma de Buenos Aires se realizó el Amasado de Jalá Mundial organizado en nombre del Tzadik de Shtefenesht.
Este tipo de amasado se realiza en distintos países como Rumania, Estados Unidos y Ucrania.
Aquí estuvo a cargo de la Rabanit Ester Salomon, de Bener Berak, Israel, con traducción simultánea.
Al llegar ya estaban las mesas preparadas con un bols, harina y luego se fueron entregando los demás elementos necesarios: tamizador, azúcar, aceite, agua, etc.
Todas las asistentes dijeron juntas la berajá sobre la jalá y la llevaron a sus hogares en los bols en la que se hizo la preparación para cocinarlas en cada hogar.
Una presencia especial fue la de las chicas de 7º grado junto a la Morá Margalit.
Luego se vendieron algunos elementos como copas de kidush, almohadones para brit milá y también se organizó una rifa.
Lo recaudado se destino a la Organización Shtefenesht, que tiene un colegio para niños huérfanos en Elad (Israel), también se reparte comida los viernes a mil familias necesitadas en Bene Berak y se ayuda a un colel para hombres casados.
Quiera D"s Todopoderoso que por la unión de las mujeres judías, tengamos el tzejut de ver la llegada del Mashiaj, ya!!
Para leer en la Mesa de Shabat
La Búsqueda Eterna
¿En qué consiste la felicidad, en este mundo? ¡Muy sencillo! El que consigue todo lo que desea... ¡es feliz! El que posee aptitudes para el comercio, y sus dotes las usa para acumular riqueza... ¡es feliz!
Y si preguntamos a la gente: "¿Vieron ustedes alguna vez a alguien feliz?" Todos responderán: "¡Por supuesto que sí! ¡Son los ricos! Es cierto que conocemos algunos hombres acaudalados que están abandonados y deprimidos, pero también los hay quienes, por la forma que se los ve, seguramente son felices. Y si es que no les ocurre algún contratiempo ocasional, ¡sus vidas transcurren plenas de felicidad...!"
Todo eso, a la vista de quienes emiten juicios a la ligera. Detengámonos. Averigüemos bien, y comprobaremos que la realidad es completamente opuesta a lo que aparece a ojo de vista. Y para conocer esa verdad, no tenemos que preguntarle a una persona qué piensa de la otra; preguntémosle a la persona qué opinión tiene de sí misma, y cómo ve su propia situación.
¿Con qué nos encontraremos?
Primero nos dirigiremos a los ricos. A aquéllos que manejan cifras astronómicas de dinero; a los que viven rodeados de lujos; a los conocidos como miembros del "Jet Set" o "High Society". ¿Qué respuesta obtendremos?
"¿Felicidad? ¡Qué va!", exclamará la mayoría de cada uno de ellos. "iNo soy feliz, y estoy muy lejos de serlo! ¡Poseo muchos bienes, pero no bienestar!"
Algunos hablaran así por envidia; otros por codicia... La mayor parte de los que así se expresan tienen sus palacios destruidos (aunque exteriormente no se note), o sufren graves conflictos familiares. Es probable que ni siquiera padezcan de ningún problema. Sólo que, por la manera tan ampulosa y fastuosa que viven, confirman lo que postularon nuestros Jajamim: "La persona no se despide de este mundo, ni con la mitad de sus deseos realizados".
No. Aquí no pudimos encontrar la felicidad.
Vayamos con los de la "clase media". Estos hombres trabajan y trabajan, para juntar dinero y llegar a ser ricos, algún día. ¿Quizás éstos, que permanentemente persiguen la riqueza, son los que conocen la verdadera felicidad? ¡Quién sabe! ¡Si todos sus días están ocupados, no en disfrutar de la felicidad, sino en alcanzarla! Entonces, ¿Cuándo tienen tiempo para ser felices? La respuesta es... i Nunca!
¿Es probable que la verdadera felicidad se encuentre entre los pobres? Ellos se la pasan trabajando. Trabajan duramente; a veces hasta la noche. ¿Y después qué? Sienten como que todo el mundo se aprovechó de ellos. Se dicen presionados y explotados por sus patrones, sobre quienes piensan que poseen el dinero que a ellos les pertenece. ¿Esto es felicidad? ¡Con toda seguridad que no!
Bueno: Pues, ¿Se puede saber dónde está la felicidad verdadera? La contestación es simple y clara: iNo existe una solución a este problema tan acuciante!
Pero antes de buscar la solución, debemos descubrir qué es lo que originó tan grave problema. Sabiendo primero cuál es la enfermedad, podremos después curarla.
Todo esto está especificado en lo que dijeron nuestros Jajamim (Sabios), los verdaderos sabios, los Sabios de la Torá. Ellos escribieron: "La envidia, la codicia y la búsqueda de honores, arrancan a la persona de este mundo" (Pirké Abot).
El mundo, cuando fue creado por Hshem, era un mundo feliz. En realidad fue la persona quien por medio de estas tres malas cualidades se excluyó a sí misma del mundo de la felicidad. Si la persona huye de la envidia, de la codicia, y de la persecución de los honores; si logra expulsar de su corazón esos sentimientos negativos, compondrá en forma individual el corrompido mundo que lo rodea y se encontrará viviendo en un mundo pleno de felicidad. iPropiamente de un extremo a otro...! No sólo va a experimentar la verdadera felicidad, sino que va a saber disfrutar de sus riquezas. ¡El bienestar le permitirá gozar de sus bienes! Como tan acertadamente lo definieron Nuestros Jajamim: "¿Quién es el rico? ¡Aquél que es feliz con lo que tiene!".
Por consiguiente, tenemos que ¿quién es el hombre feliz? Como se ha mencionado: Aquél que desarraigó de sí sus exageradas inclinaciones terrenales.
No obstante, es posible que pensemos que un hombre así no posea ni proyectos ni ambiciones. ¿Acaso a esto le llamamos "vida"? Pero por otro lado hemos de preguntarnos si los ancianos, los que ya están cerca del final de sus días, ¿acaso no son felices?
La interpretación cabal de todo lo expuesto es la siguiente:
La felicidad material, terrenal en este mundo no existe, solo el que sienta la felicidad espiritual es verdaderamente feliz. Y no hay otra clase de felicidad.!
Y todo esto lo vemos con nuestros propios ojos en los denominados "Bené Torá". Estas personas que centran todos sus deseos, ambiciones y proyectos, en el cumplimiento de las Mitzvot (Preceptos) y el estudio de la Torá. Ellos son los que sienten realmente lo que es la felicidad auténtica. Y no sólo son felices en este mundo, ¡sino también lo serán en el Mundo Venidero!
(Extraído del Mijtab Eliahu)
¿En qué consiste la felicidad, en este mundo? ¡Muy sencillo! El que consigue todo lo que desea... ¡es feliz! El que posee aptitudes para el comercio, y sus dotes las usa para acumular riqueza... ¡es feliz!
Y si preguntamos a la gente: "¿Vieron ustedes alguna vez a alguien feliz?" Todos responderán: "¡Por supuesto que sí! ¡Son los ricos! Es cierto que conocemos algunos hombres acaudalados que están abandonados y deprimidos, pero también los hay quienes, por la forma que se los ve, seguramente son felices. Y si es que no les ocurre algún contratiempo ocasional, ¡sus vidas transcurren plenas de felicidad...!"
Todo eso, a la vista de quienes emiten juicios a la ligera. Detengámonos. Averigüemos bien, y comprobaremos que la realidad es completamente opuesta a lo que aparece a ojo de vista. Y para conocer esa verdad, no tenemos que preguntarle a una persona qué piensa de la otra; preguntémosle a la persona qué opinión tiene de sí misma, y cómo ve su propia situación.
¿Con qué nos encontraremos?
Primero nos dirigiremos a los ricos. A aquéllos que manejan cifras astronómicas de dinero; a los que viven rodeados de lujos; a los conocidos como miembros del "Jet Set" o "High Society". ¿Qué respuesta obtendremos?
"¿Felicidad? ¡Qué va!", exclamará la mayoría de cada uno de ellos. "iNo soy feliz, y estoy muy lejos de serlo! ¡Poseo muchos bienes, pero no bienestar!"
Algunos hablaran así por envidia; otros por codicia... La mayor parte de los que así se expresan tienen sus palacios destruidos (aunque exteriormente no se note), o sufren graves conflictos familiares. Es probable que ni siquiera padezcan de ningún problema. Sólo que, por la manera tan ampulosa y fastuosa que viven, confirman lo que postularon nuestros Jajamim: "La persona no se despide de este mundo, ni con la mitad de sus deseos realizados".
No. Aquí no pudimos encontrar la felicidad.
Vayamos con los de la "clase media". Estos hombres trabajan y trabajan, para juntar dinero y llegar a ser ricos, algún día. ¿Quizás éstos, que permanentemente persiguen la riqueza, son los que conocen la verdadera felicidad? ¡Quién sabe! ¡Si todos sus días están ocupados, no en disfrutar de la felicidad, sino en alcanzarla! Entonces, ¿Cuándo tienen tiempo para ser felices? La respuesta es... i Nunca!
¿Es probable que la verdadera felicidad se encuentre entre los pobres? Ellos se la pasan trabajando. Trabajan duramente; a veces hasta la noche. ¿Y después qué? Sienten como que todo el mundo se aprovechó de ellos. Se dicen presionados y explotados por sus patrones, sobre quienes piensan que poseen el dinero que a ellos les pertenece. ¿Esto es felicidad? ¡Con toda seguridad que no!
Bueno: Pues, ¿Se puede saber dónde está la felicidad verdadera? La contestación es simple y clara: iNo existe una solución a este problema tan acuciante!
Pero antes de buscar la solución, debemos descubrir qué es lo que originó tan grave problema. Sabiendo primero cuál es la enfermedad, podremos después curarla.
Todo esto está especificado en lo que dijeron nuestros Jajamim (Sabios), los verdaderos sabios, los Sabios de la Torá. Ellos escribieron: "La envidia, la codicia y la búsqueda de honores, arrancan a la persona de este mundo" (Pirké Abot).
El mundo, cuando fue creado por Hshem, era un mundo feliz. En realidad fue la persona quien por medio de estas tres malas cualidades se excluyó a sí misma del mundo de la felicidad. Si la persona huye de la envidia, de la codicia, y de la persecución de los honores; si logra expulsar de su corazón esos sentimientos negativos, compondrá en forma individual el corrompido mundo que lo rodea y se encontrará viviendo en un mundo pleno de felicidad. iPropiamente de un extremo a otro...! No sólo va a experimentar la verdadera felicidad, sino que va a saber disfrutar de sus riquezas. ¡El bienestar le permitirá gozar de sus bienes! Como tan acertadamente lo definieron Nuestros Jajamim: "¿Quién es el rico? ¡Aquél que es feliz con lo que tiene!".
Por consiguiente, tenemos que ¿quién es el hombre feliz? Como se ha mencionado: Aquél que desarraigó de sí sus exageradas inclinaciones terrenales.
No obstante, es posible que pensemos que un hombre así no posea ni proyectos ni ambiciones. ¿Acaso a esto le llamamos "vida"? Pero por otro lado hemos de preguntarnos si los ancianos, los que ya están cerca del final de sus días, ¿acaso no son felices?
La interpretación cabal de todo lo expuesto es la siguiente:
La felicidad material, terrenal en este mundo no existe, solo el que sienta la felicidad espiritual es verdaderamente feliz. Y no hay otra clase de felicidad.!
Y todo esto lo vemos con nuestros propios ojos en los denominados "Bené Torá". Estas personas que centran todos sus deseos, ambiciones y proyectos, en el cumplimiento de las Mitzvot (Preceptos) y el estudio de la Torá. Ellos son los que sienten realmente lo que es la felicidad auténtica. Y no sólo son felices en este mundo, ¡sino también lo serán en el Mundo Venidero!
(Extraído del Mijtab Eliahu)
Comentando la Perashá: Balak
Am Israel se entusiasma con las mitzvot de Hshem!!
El asno de Bilam se detuvo en el camino y su amo lo castigó para que siguiera andando. En ese instante, milagrosamente el asno habló: "¿Qué fue lo que hice, para que me golpees tres veces?" (Bamidbar XXII- 28). Rash"í comenta que el animal le insinuó que esos tres golpes revelaron la intención de Bilam de exterminar a los Yehudim, una nación que festeja los "Shalosh Regalim" (las tres festividades hebreas que recuerdan la Salida de Egipto: Pésaj, Shabuot y Sucot ).
Cabe preguntar qué preferencia hay en los Shalosh Regalim respecto a las demás Mitzvot de la Torá.
¿Por qué el cumplimiento de los Shalosh Regalim indujo a Bilam a querer aniquilar al Pueblo?
En todos los días del año, los integrantes del Am Israel están ocupados de sus quehaceres. Cada Yehudí está pensando en cómo traer el sustento a su hogar. Las preocupaciones cotidianas los abruman y atentan contra sus estados de ánimo y humor.
Sin embargo, si los observamos en los días de los festejos de los Shalosh Regalim, notaremos que sus rostros están iluminados de alegría y regocijo. ¡Qué bello semblante presentan los Hijos de Israel en sus fechas Festivas!
Aún sobre el más pobre y menesteroso recae la obligación de beber las cuatro copas de vino en la noche del Séder de Pésaj. Y todos se sientan inclinados alrededor de la mesa como si fueran reyes, y relatan las proezas de Su Creador. En realidad, no parecen reyes. ¡Lo son! ¡Son "Reyes hijos de Reyes"! Y así se los ve en la Fiesta de la Libertad.
¡Qué hermosa luce la Sucá, y qué maravillosa se adorna la casa en Shabuot, la Fiesta de la Entrega de Nuestra Torá!
Las demás naciones de la tierra no son así. ¡Qué diferentes son sus celebraciones! ¡Cuánta inmoralidad, cuánto desenfreno! ¡Sólo basta mirar a los ebrios que deambulan por las calles en sus días de "fiesta"...!
Y eso fue lo que le insinuó el asno a Bilam: Lo que tú quieres es aniquilar al "Pueblo que celebra los Shalosh Regalim"; al Pueblo que deja todas sus penas de lado y se entrega con entusiasmo a festejar, apenas tres veces, frente a las tantas de los demás, el sólo hecho de ser Yehudí; el sólo hecho de ser integrante del Pueblo Elegido por Hshem...
(Otzar Jaim - Balak)
El asno de Bilam se detuvo en el camino y su amo lo castigó para que siguiera andando. En ese instante, milagrosamente el asno habló: "¿Qué fue lo que hice, para que me golpees tres veces?" (Bamidbar XXII- 28). Rash"í comenta que el animal le insinuó que esos tres golpes revelaron la intención de Bilam de exterminar a los Yehudim, una nación que festeja los "Shalosh Regalim" (las tres festividades hebreas que recuerdan la Salida de Egipto: Pésaj, Shabuot y Sucot ).
Cabe preguntar qué preferencia hay en los Shalosh Regalim respecto a las demás Mitzvot de la Torá.
¿Por qué el cumplimiento de los Shalosh Regalim indujo a Bilam a querer aniquilar al Pueblo?
En todos los días del año, los integrantes del Am Israel están ocupados de sus quehaceres. Cada Yehudí está pensando en cómo traer el sustento a su hogar. Las preocupaciones cotidianas los abruman y atentan contra sus estados de ánimo y humor.
Sin embargo, si los observamos en los días de los festejos de los Shalosh Regalim, notaremos que sus rostros están iluminados de alegría y regocijo. ¡Qué bello semblante presentan los Hijos de Israel en sus fechas Festivas!
Aún sobre el más pobre y menesteroso recae la obligación de beber las cuatro copas de vino en la noche del Séder de Pésaj. Y todos se sientan inclinados alrededor de la mesa como si fueran reyes, y relatan las proezas de Su Creador. En realidad, no parecen reyes. ¡Lo son! ¡Son "Reyes hijos de Reyes"! Y así se los ve en la Fiesta de la Libertad.
¡Qué hermosa luce la Sucá, y qué maravillosa se adorna la casa en Shabuot, la Fiesta de la Entrega de Nuestra Torá!
Las demás naciones de la tierra no son así. ¡Qué diferentes son sus celebraciones! ¡Cuánta inmoralidad, cuánto desenfreno! ¡Sólo basta mirar a los ebrios que deambulan por las calles en sus días de "fiesta"...!
Y eso fue lo que le insinuó el asno a Bilam: Lo que tú quieres es aniquilar al "Pueblo que celebra los Shalosh Regalim"; al Pueblo que deja todas sus penas de lado y se entrega con entusiasmo a festejar, apenas tres veces, frente a las tantas de los demás, el sólo hecho de ser Yehudí; el sólo hecho de ser integrante del Pueblo Elegido por Hshem...
(Otzar Jaim - Balak)
Para Leer en la Mesa de Shabat
Un viejo ermitaño
Un viejo ermitaño, se refugiaba en la montaña para dedicarse a meditar y orar. Un día una persona le preguntó:
¿Cómo puede tener tanto trabajo si vive en soledad?
Él contestó:
“Tengo que entrenar a dos halcones y a dos águilas, tranquilizar a dos conejos, disciplinar una serpiente, motivar a un asno y domar a un león…
No veo ningún animal por aquí, ¿dónde están?…
El ermitaño le dijo:
Estos animales que he dicho los llevamos todos dentro;
“Los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo, tengo que entrenarlos para que se lancen sobre cosas buenas: Son mis ojos”.
“Las dos Aguilas con sus garras hieren y destrozan, tengo que entrenarlas para que se pongan al servicio y ayuden sin hacer daño: Son mis manos”.
“Los conejos quieren ir donde ellos quieran, quieren esquivar las situaciones difíciles, tengo que enseñarles a estar tranquilos aunque haya sufrimiento, problema o cualquier cosa que no me gusta: Son mis pies”.
“Lo más difícil es vigilar la serpiente, está encerrada en una fuerte jaula, pero ella siempre está lista para morder y envenenar a cualquiera que esté cerca, por ello tengo que disciplinarse: Es mi lengua”.
“El burro es obstinado, no quiere cumplir con su deber, siempre está cansado y se niega a llevar su carga cada día: Es mi cuerpo”.
“Por último necesito domar al león, quiere ser el rey, el primero , el vanidoso, el orgulloso, se cree el mejor: Es mi EGO”.
Como ve tengo demasiado trabajo por hacer…
Reflexión
Pidamos a D-s dominar todo lo que llevamos dentro, para que podamos ser el mejor testimonio, las mejores personas, los (as) mejores esposos, (as) mejores amigos (as) y ante todo los mejores seguidores de Hshem.
Comentando la Perashá: Jukat
Entregarse en manos de la sabiduría
Estamos nosotros obligados a escuchar la Voz de Hshem y cuidar Sus Mitzvot, aunque éstas no aparezcan entendibles frente a nuestros ojos. Por ejemplo: el Jok de Pará Adumá; Sha-atnez (La prohibición de vestir lana junto con lino); Kil'ayim (La prohibición de sembrar vegetales injertados), etc., los cuales, aun sin que nosotros sepamos sus motivos, estamos conscientes de que el Rey del Mundo sí los conoce, y si Él ordenó que lo hagamos, sin duda es para nuestro bien.
Esto se compara a un rey que sale a la guerra con su ejército para conquistar una ciudad, y él mismo conduce estratégicamente a sus soldados. Por dónde entrar; cómo atacar; cuál de los frentes reforzar, todos los detalles de los movimientos militares, salen de la boca del estadista. Y los soldados, gracias a que obedecen las indicaciones de su conductor, salen victoriosos de la contienda. Si a alguno de los reclutas se le ocurre preguntar la razón por la cual el ejército está tomando ésta u otra actitud, se le contestará que no es necesario saberlo. Sólo es suficiente confiar plenamente en la sabiduría del rey, quien seguramente, si así lo ordenó, será para beneficio de todos y para obtener el éxito esperado.
De la misma manera, no es menester saber los motivos de las Mitzvot. Éstas no tienen otro objeto que el de beneficiar al Am Israel, único Pueblo que las cumple con la Emuná (Fe) plena, depositada en Hshem.
(Rabí Biniamín MiZlozitz-Séfer Orzar Mishlé Jasidim 1/42)
Estamos nosotros obligados a escuchar la Voz de Hshem y cuidar Sus Mitzvot, aunque éstas no aparezcan entendibles frente a nuestros ojos. Por ejemplo: el Jok de Pará Adumá; Sha-atnez (La prohibición de vestir lana junto con lino); Kil'ayim (La prohibición de sembrar vegetales injertados), etc., los cuales, aun sin que nosotros sepamos sus motivos, estamos conscientes de que el Rey del Mundo sí los conoce, y si Él ordenó que lo hagamos, sin duda es para nuestro bien.
Esto se compara a un rey que sale a la guerra con su ejército para conquistar una ciudad, y él mismo conduce estratégicamente a sus soldados. Por dónde entrar; cómo atacar; cuál de los frentes reforzar, todos los detalles de los movimientos militares, salen de la boca del estadista. Y los soldados, gracias a que obedecen las indicaciones de su conductor, salen victoriosos de la contienda. Si a alguno de los reclutas se le ocurre preguntar la razón por la cual el ejército está tomando ésta u otra actitud, se le contestará que no es necesario saberlo. Sólo es suficiente confiar plenamente en la sabiduría del rey, quien seguramente, si así lo ordenó, será para beneficio de todos y para obtener el éxito esperado.
De la misma manera, no es menester saber los motivos de las Mitzvot. Éstas no tienen otro objeto que el de beneficiar al Am Israel, único Pueblo que las cumple con la Emuná (Fe) plena, depositada en Hshem.
(Rabí Biniamín MiZlozitz-Séfer Orzar Mishlé Jasidim 1/42)
Para leer en la mesa de Shabat
Cuando el Jafet Jaim no pudo Callarse
Después de la revolución rusa, en el año 5668 (1918), se congregaron en Radin varios Yehudim, con la intención de fundar una Jebrá Kadishá (Entidad comunitaria encargada de los servicios funerarios judíos) en abierta competencia con la ya existente, lo que sin duda iba a provocar un pleito muy grande entre los integrantes de aquella Kehilá. En el Shabat anterior a la inminente apertura, se hizo presente el Jafetz Jaim durante la Tefilá, y luego de subir a la Tebá (Estrado Ritual) pronunció las siguientes palabras:
"¡Queridos hermanos! Si me hubiesen ofrecido miles de rublos para que venga a disertar ahora, no hubiera aceptado. Yo ya estoy anciano y todo momento es muy preciado para mí, y por dinero, no cambio mi tiempo... Pero yo he visto aquí una imperante necesidad de hablarles a ustedes, hoy. Llevo en este lugar más de cincuenta años y permanecen en mi memoria todos los Yehudim que asistieron a este Bet Hakenéset: Fulano, Mengano, etc. ¿Dónde están todos ellos hoy? Sólo el recuerdo, quedó de ellos. Están presentes en los montículos de tierra y en las lápidas del Bet HaJaim (Cementerio Judío). Muchos de ustedes ni siquiera vivían cuando ellos se fueron de este mundo.
"Y muchos que eran en aquella época niños, hoy ya son ancianos. ¡Ojalá que todos nosotros vivamos muchos años! Pero reconozcamos que al final, llegaremos a aquel lugar y deberemos rendir cuentas de lo que hemos realizado en esta vida...
"¡Y sepan ustedes, Rabotay (Aprox.: "Público presente")! El tema de los pleitos y las peleas es muy grave. Tanto, que aquel que haya cumplido muchas Mitzvot, si se ve enredado en una pelea, es como si tirara todas esas Mitzvot en un saco roto. Y yo estoy seguro de que cuando se enfrenten "allá" al juicio final, harán todo lo posible para salvarse y justificar sus actos. Y van a decir que en la ciudad de Radin había un anciano Yehudí, de nombre Israel Meir, que lo consideraba un Jajam, y que vio todo lo que estaba pasando y se quedó en silencio. Por eso yo les pido que... ¡no mencionen mi nombre! Tengo algunas Mitzvot en mi haber y no sé qué será de ellas en el momento del Gran Juicio. ¡¿Cómo puedo recibir sobre mí la responsabilidad de los demás...?!"
Al acabar de pronunciar estas palabras irrumpió en un llanto y todo su cuerpo se estremeció por un largo rato. Esta escena provocó en todos los presentes una conmoción muy grande, lo que hizo que decidieran anular el proyecto de fundar aquella institución. Y decretaron que por el transcurso de tres años no reciban ningún pago por los servicios funerarios a los integrantes de la Comunidad, brindando un auténtico Jésed Shel Emet (Beneficencia Verdadera).
(Hameorot Haguedolim 322)
Después de la revolución rusa, en el año 5668 (1918), se congregaron en Radin varios Yehudim, con la intención de fundar una Jebrá Kadishá (Entidad comunitaria encargada de los servicios funerarios judíos) en abierta competencia con la ya existente, lo que sin duda iba a provocar un pleito muy grande entre los integrantes de aquella Kehilá. En el Shabat anterior a la inminente apertura, se hizo presente el Jafetz Jaim durante la Tefilá, y luego de subir a la Tebá (Estrado Ritual) pronunció las siguientes palabras:
"¡Queridos hermanos! Si me hubiesen ofrecido miles de rublos para que venga a disertar ahora, no hubiera aceptado. Yo ya estoy anciano y todo momento es muy preciado para mí, y por dinero, no cambio mi tiempo... Pero yo he visto aquí una imperante necesidad de hablarles a ustedes, hoy. Llevo en este lugar más de cincuenta años y permanecen en mi memoria todos los Yehudim que asistieron a este Bet Hakenéset: Fulano, Mengano, etc. ¿Dónde están todos ellos hoy? Sólo el recuerdo, quedó de ellos. Están presentes en los montículos de tierra y en las lápidas del Bet HaJaim (Cementerio Judío). Muchos de ustedes ni siquiera vivían cuando ellos se fueron de este mundo.
"Y muchos que eran en aquella época niños, hoy ya son ancianos. ¡Ojalá que todos nosotros vivamos muchos años! Pero reconozcamos que al final, llegaremos a aquel lugar y deberemos rendir cuentas de lo que hemos realizado en esta vida...
"¡Y sepan ustedes, Rabotay (Aprox.: "Público presente")! El tema de los pleitos y las peleas es muy grave. Tanto, que aquel que haya cumplido muchas Mitzvot, si se ve enredado en una pelea, es como si tirara todas esas Mitzvot en un saco roto. Y yo estoy seguro de que cuando se enfrenten "allá" al juicio final, harán todo lo posible para salvarse y justificar sus actos. Y van a decir que en la ciudad de Radin había un anciano Yehudí, de nombre Israel Meir, que lo consideraba un Jajam, y que vio todo lo que estaba pasando y se quedó en silencio. Por eso yo les pido que... ¡no mencionen mi nombre! Tengo algunas Mitzvot en mi haber y no sé qué será de ellas en el momento del Gran Juicio. ¡¿Cómo puedo recibir sobre mí la responsabilidad de los demás...?!"
Al acabar de pronunciar estas palabras irrumpió en un llanto y todo su cuerpo se estremeció por un largo rato. Esta escena provocó en todos los presentes una conmoción muy grande, lo que hizo que decidieran anular el proyecto de fundar aquella institución. Y decretaron que por el transcurso de tres años no reciban ningún pago por los servicios funerarios a los integrantes de la Comunidad, brindando un auténtico Jésed Shel Emet (Beneficencia Verdadera).
(Hameorot Haguedolim 322)
Para leer en la mesa de Shabat
¡TODO PARA "EL JEFE"!
Agosto 16 de 1939. Rabí Yaacob Herman y Sra. Salían de New York con destino a Éretz Israel. Según los cálculos, arribarían al puerto de Haifa el miércoles 30 de agosto; pasarían unos días en la casa de Rab Alfa, en dicha ciudad, y luego seguirían viaje por tierra hacia el destino final: Yerushaláim. En medio del océano, el capitán del barco en el que viajaban recibe la orden de desviarse de su ruta ante la posibilidad de que el sector del Mar Mediterráneo por donde iban a pasar estuviese minado, en virtud de la guerra que iba a comenzar en cualquier momento. Resultado: en lugar de llegar a Éretz Israel ese miércoles, lo hicieron el viernes primero de septiembre, faltando unas horas para la puesta del sol. Un rato antes, la segunda guerra mundial había estallado, con la invasión de los alemanes en Polonia.
Los altavoces les indicaban a todos los pasajeros que debían abandonar el barco en el acto. El equipaje podía ser reclamado en el muelle, y los pasajeros debían retirarlos de ahí lo antes posible.
¡El caos reinaba!
Rabí Yaacob Yosef Herman y su esposa enfrentaban un terrible dilema: En unos momentos entrará Shabat. ¿Cómo harán para retirar su equipaje cuando debían dirigirse inmediatamente a la casa de Rab Alfa antes del tiempo permitido?
Rabí Herman tomó presuroso la maleta que contenía los Tefílín y el Séfer Torá, y su esposa sólo llevaba la bolsa de mano. Sin detenerse, atravesaron el camino que los llevó al puesto donde se encontraba el oficial de la aduana. ·
El militar inglés escuchaba con atención las palabras de Rabí Yaacob:
- Yo nunca en mi vida he profanado Shabat. ¡No lo voy a hacer ahora, en la Tierra Santa...! - dijo, mientras las lágrimas le surcaban el rostro.
- Rabino,- le explicaba cortésmente el oficial - estamos en guerra.
- Usted sólo séllenos los pasaportes y déjenos ir - le replicó Rabí Yaacob -. Retiraremos nuestro equipaje después, cuando acabe Shabat.
- Eso es imposible. El barco debe zarpar ahora mismo, y dejaremos todas las maletas que no fueron retiradas, en el muelle. Una vez que el barco abandone el puerto, nadie se hará cargo de lo que quede en él.
- No me importan mis pertenencias. Usted sólo séllenos el pasaporte para que podamos irnos. - insistió Rabí Yaacob.
El oficial lo miró con extrañeza.
- Dígame, Rabino: ¿se puede saber en qué consiste su equipaje?
- Dieciséis cajas y nueve maletas.
- Diecis...Pero, ¿entiende usted que desde el momento en que el barco abandone el puesto todas sus pertenencias quedarán sobre el muelle sin que nadie se haga cargo de ellas? ¡Hasta mañana en la noche no le quedará ni el recuerdo de lo que trajo! ¡Los árabes se apoderarán hasta de lo más insignificante...! - enfatizó el oficial.
- No tengo otra alternativa - manifestó Rabí Yaacob -. El Shabat está aproximándose, y debo llegar a tiempo. ¡Por favor! ¡Sólo selle nuestros pasaportes y déjenos ir...! -. Su voz sonaba desesperada.
El incrédulo oficial llamó a uno de sus agentes.
- Sélleles los pasaportes y permítales retirarse – le ordenó -. Este Rabino está dispuesto a perder todas sus cosas con tal de llegar a la ciudad antes del comienzo del Shabat de ellos.
El agente los miraba asombrado mientras estampaba su sello en la documentación. Rabí Yaacob Yosef tomó su maleta, que contenía el Séfer Torá; su esposa sostuvo su bolsa de mano y salieron de ahí presurosos. Tomaron un taxi y llegaron a la casa del Rab Alfa justo a tiempo para encender las velas.
En el transcurso de ese Shabat Rabí Herman experimentó una gran elevación espiritual. A cada rato le decía a su esposa:
- Tú sabes: "El Jefe" (en inglés: "The Boss". Así llamaba Rabí Yaacob Yosef Herman a Hshem) hace todo por mí. ¿Qué? ¿Acaso no puedo hacer algo yo por El? Al fin y al cabo logré el privilegio de cumplir la Mitzvá de servirle "Bejol Meodeja" ("Con todos tus bienes") y santificar Su Nombre... En realidad, a su esposa le costaba manifestar semejante emoción. Ella estaba física y emocionalmente exhausta. Extrañaba tanto a sus hijos, que no encontraba sosiego ni en su mente ni en su corazón. Para colmo, perdieron todo lo que tenían... Era un trance demasiado difícil de asimilar. No obstante, no se escuchó de ella ninguna queja.
A la finalización del Shabat, después de esperar los setenta y dos minutos desde la puesta del sol, y luego de la Habdalá (ceremonia del sábado en la noche), el anfitrión se dirigió a sus invitados:
- ¡Qué les parece si nos vamos al puerto? - les sugirió - Puede ser que encontremos allí algunas de sus maletas.
Rabí Yaacob y su esposa no compartían tanto el optimismo de Rab Alfa, aunque igual accedieron a su propuesta.
El puerto se encontraba casi en penumbras. Al final del muelle se divisaba una tenue luz, y hacia a allí se dirigieron con cautela.
- ¿Quién anda ahí? - gritó una voz en inglés.
- Somos unos pasajeros que vinimos en el barco que llegó ayer por la tarde. Venimos a ver si...
- iIdentifíquense! - interrumpió el militar.
- Yaacob Yosef Herman - fue la respuesta.
- Bien, bien, Rabino. Por fin llegó - le dijo el militar inglés, mientras le hacía señas para que se acerquen -. Me aseguraron que usted iba a estar aquí luego de la puesta del sol, pero veo que se demoró un rato más - agregó Mi comandante me amenazó con cortarme la cabeza si a alguna de sus pertenencias le pasaba algo. A ver... revise bien si está todo en orden y fírmeme estos papeles. Y por favor: llévese todo esto de aquí lo antes posible... ¡Estoy completamente agotado!
(All For The Boss - 343)
Extraído de Hamaor Tomo 1 y 3.
Agosto 16 de 1939. Rabí Yaacob Herman y Sra. Salían de New York con destino a Éretz Israel. Según los cálculos, arribarían al puerto de Haifa el miércoles 30 de agosto; pasarían unos días en la casa de Rab Alfa, en dicha ciudad, y luego seguirían viaje por tierra hacia el destino final: Yerushaláim. En medio del océano, el capitán del barco en el que viajaban recibe la orden de desviarse de su ruta ante la posibilidad de que el sector del Mar Mediterráneo por donde iban a pasar estuviese minado, en virtud de la guerra que iba a comenzar en cualquier momento. Resultado: en lugar de llegar a Éretz Israel ese miércoles, lo hicieron el viernes primero de septiembre, faltando unas horas para la puesta del sol. Un rato antes, la segunda guerra mundial había estallado, con la invasión de los alemanes en Polonia.
Los altavoces les indicaban a todos los pasajeros que debían abandonar el barco en el acto. El equipaje podía ser reclamado en el muelle, y los pasajeros debían retirarlos de ahí lo antes posible.
¡El caos reinaba!
Rabí Yaacob Yosef Herman y su esposa enfrentaban un terrible dilema: En unos momentos entrará Shabat. ¿Cómo harán para retirar su equipaje cuando debían dirigirse inmediatamente a la casa de Rab Alfa antes del tiempo permitido?
Rabí Herman tomó presuroso la maleta que contenía los Tefílín y el Séfer Torá, y su esposa sólo llevaba la bolsa de mano. Sin detenerse, atravesaron el camino que los llevó al puesto donde se encontraba el oficial de la aduana. ·
El militar inglés escuchaba con atención las palabras de Rabí Yaacob:
- Yo nunca en mi vida he profanado Shabat. ¡No lo voy a hacer ahora, en la Tierra Santa...! - dijo, mientras las lágrimas le surcaban el rostro.
- Rabino,- le explicaba cortésmente el oficial - estamos en guerra.
- Usted sólo séllenos los pasaportes y déjenos ir - le replicó Rabí Yaacob -. Retiraremos nuestro equipaje después, cuando acabe Shabat.
- Eso es imposible. El barco debe zarpar ahora mismo, y dejaremos todas las maletas que no fueron retiradas, en el muelle. Una vez que el barco abandone el puerto, nadie se hará cargo de lo que quede en él.
- No me importan mis pertenencias. Usted sólo séllenos el pasaporte para que podamos irnos. - insistió Rabí Yaacob.
El oficial lo miró con extrañeza.
- Dígame, Rabino: ¿se puede saber en qué consiste su equipaje?
- Dieciséis cajas y nueve maletas.
- Diecis...Pero, ¿entiende usted que desde el momento en que el barco abandone el puesto todas sus pertenencias quedarán sobre el muelle sin que nadie se haga cargo de ellas? ¡Hasta mañana en la noche no le quedará ni el recuerdo de lo que trajo! ¡Los árabes se apoderarán hasta de lo más insignificante...! - enfatizó el oficial.
- No tengo otra alternativa - manifestó Rabí Yaacob -. El Shabat está aproximándose, y debo llegar a tiempo. ¡Por favor! ¡Sólo selle nuestros pasaportes y déjenos ir...! -. Su voz sonaba desesperada.
El incrédulo oficial llamó a uno de sus agentes.
- Sélleles los pasaportes y permítales retirarse – le ordenó -. Este Rabino está dispuesto a perder todas sus cosas con tal de llegar a la ciudad antes del comienzo del Shabat de ellos.
El agente los miraba asombrado mientras estampaba su sello en la documentación. Rabí Yaacob Yosef tomó su maleta, que contenía el Séfer Torá; su esposa sostuvo su bolsa de mano y salieron de ahí presurosos. Tomaron un taxi y llegaron a la casa del Rab Alfa justo a tiempo para encender las velas.
En el transcurso de ese Shabat Rabí Herman experimentó una gran elevación espiritual. A cada rato le decía a su esposa:
- Tú sabes: "El Jefe" (en inglés: "The Boss". Así llamaba Rabí Yaacob Yosef Herman a Hshem) hace todo por mí. ¿Qué? ¿Acaso no puedo hacer algo yo por El? Al fin y al cabo logré el privilegio de cumplir la Mitzvá de servirle "Bejol Meodeja" ("Con todos tus bienes") y santificar Su Nombre... En realidad, a su esposa le costaba manifestar semejante emoción. Ella estaba física y emocionalmente exhausta. Extrañaba tanto a sus hijos, que no encontraba sosiego ni en su mente ni en su corazón. Para colmo, perdieron todo lo que tenían... Era un trance demasiado difícil de asimilar. No obstante, no se escuchó de ella ninguna queja.
A la finalización del Shabat, después de esperar los setenta y dos minutos desde la puesta del sol, y luego de la Habdalá (ceremonia del sábado en la noche), el anfitrión se dirigió a sus invitados:
- ¡Qué les parece si nos vamos al puerto? - les sugirió - Puede ser que encontremos allí algunas de sus maletas.
Rabí Yaacob y su esposa no compartían tanto el optimismo de Rab Alfa, aunque igual accedieron a su propuesta.
El puerto se encontraba casi en penumbras. Al final del muelle se divisaba una tenue luz, y hacia a allí se dirigieron con cautela.
- ¿Quién anda ahí? - gritó una voz en inglés.
- Somos unos pasajeros que vinimos en el barco que llegó ayer por la tarde. Venimos a ver si...
- iIdentifíquense! - interrumpió el militar.
- Yaacob Yosef Herman - fue la respuesta.
- Bien, bien, Rabino. Por fin llegó - le dijo el militar inglés, mientras le hacía señas para que se acerquen -. Me aseguraron que usted iba a estar aquí luego de la puesta del sol, pero veo que se demoró un rato más - agregó Mi comandante me amenazó con cortarme la cabeza si a alguna de sus pertenencias le pasaba algo. A ver... revise bien si está todo en orden y fírmeme estos papeles. Y por favor: llévese todo esto de aquí lo antes posible... ¡Estoy completamente agotado!
(All For The Boss - 343)
Extraído de Hamaor Tomo 1 y 3.
Comentando la Perashá: Shelaj Lejá
APRENDAMOS A VER SÓLO LO BUENO DE LAS COSAS
Esta Perashá relata el suceso de los espías que fueron enviados a Éretz Israel. Los Hijos de Israel salieron de Egipto y se encontraban en el desierto en camino hacia la Tierra Prometida. Moshé Rabenu (Nuestro Rab) envió a un representante de cada Shébet (las doce Familias provenientes de los hijos de Yaacob). Cuando regresaron, sólo dos de ellos (Yehoshúa y Caleb) elogiaron la tierra que Hshem le asignó a Su Pueblo. Los otros diez sacaron de sus bocas palabras reprobatorias, y contagiaron a todos los integrantes del campamento su pesimismo, por lo que lloraron amargamente esa noche y se quejaron hacia Hshem por haberlos sacado de Egipto. El castigo no se hizo esperar: Toda aquella generación estuvo deambulando cuarenta años en el desierto y ninguno de ellos entró a Éretz Israel. Sólo gozaron de ese privilegio los hijos de ellos y los pocos que realmente amaban la Tierra Sagrada.
Este fragmento de la Torá está escrito inmediatamente después de que cuenta lo que le ocurrió a Miriam HaNebiá (la Profetisa). Rash"í explica que esto se debe a que la Torá quiere enseñarnos que los espías no aprendieron la lección, y luego de ver que Miriam fue castigada por hablar Lashón Hará (maledicencia), ellos también hablaron Lashón Hará de la Tierra.
Surge una pregunta: ¿De qué modo podían extraer una enseñanza de Lashón Hará los enviados como espías? Miriam habló en contra de una persona (su hermano Moshé), en tanto que ellos hablaron mal de un territorio.
Rabí Israel Ordman ensaya la siguiente explicación: Una persona debe adquirir la cualidad de ver siempre lo bueno de todo. El que encuentre defectos en las cosas (comidas, alojamiento, etc.), encontrará también defectos en las personas. Por el contrario, la persona que siempre busca lo bueno en todos los hechos, habrá de ver también lo bueno en su semejante. Ésta es la lección que debieron haber aprendido los espías: Percibir las virtudes en lugar de buscar los defectos.
Tal como lo observó una vez un hombre Justo: "Nos fueron dados dos ojos. Uno de ellos muy potente para la introspección, para que descubramos nuestros más pequeños defectos. Y el otro, muy débil, para visualizar a los demás. Sólo que, con demasiada frecuencia, invertimos las funciones..."
(Ama a tu Prójimo - Shelaj)
Esta Perashá relata el suceso de los espías que fueron enviados a Éretz Israel. Los Hijos de Israel salieron de Egipto y se encontraban en el desierto en camino hacia la Tierra Prometida. Moshé Rabenu (Nuestro Rab) envió a un representante de cada Shébet (las doce Familias provenientes de los hijos de Yaacob). Cuando regresaron, sólo dos de ellos (Yehoshúa y Caleb) elogiaron la tierra que Hshem le asignó a Su Pueblo. Los otros diez sacaron de sus bocas palabras reprobatorias, y contagiaron a todos los integrantes del campamento su pesimismo, por lo que lloraron amargamente esa noche y se quejaron hacia Hshem por haberlos sacado de Egipto. El castigo no se hizo esperar: Toda aquella generación estuvo deambulando cuarenta años en el desierto y ninguno de ellos entró a Éretz Israel. Sólo gozaron de ese privilegio los hijos de ellos y los pocos que realmente amaban la Tierra Sagrada.
Este fragmento de la Torá está escrito inmediatamente después de que cuenta lo que le ocurrió a Miriam HaNebiá (la Profetisa). Rash"í explica que esto se debe a que la Torá quiere enseñarnos que los espías no aprendieron la lección, y luego de ver que Miriam fue castigada por hablar Lashón Hará (maledicencia), ellos también hablaron Lashón Hará de la Tierra.
Surge una pregunta: ¿De qué modo podían extraer una enseñanza de Lashón Hará los enviados como espías? Miriam habló en contra de una persona (su hermano Moshé), en tanto que ellos hablaron mal de un territorio.
Rabí Israel Ordman ensaya la siguiente explicación: Una persona debe adquirir la cualidad de ver siempre lo bueno de todo. El que encuentre defectos en las cosas (comidas, alojamiento, etc.), encontrará también defectos en las personas. Por el contrario, la persona que siempre busca lo bueno en todos los hechos, habrá de ver también lo bueno en su semejante. Ésta es la lección que debieron haber aprendido los espías: Percibir las virtudes en lugar de buscar los defectos.
Tal como lo observó una vez un hombre Justo: "Nos fueron dados dos ojos. Uno de ellos muy potente para la introspección, para que descubramos nuestros más pequeños defectos. Y el otro, muy débil, para visualizar a los demás. Sólo que, con demasiada frecuencia, invertimos las funciones..."
(Ama a tu Prójimo - Shelaj)
Para leer en la Mesa de Shabat
LA PRUEBA
Era una noche de invierno; la noche de Shabat.
La familia estaba reunida alrededor de la mesa, encabezada por el abuelo. En esa mesa se veían los más sabrosos manjares: los platos y los cubiertos eran los más lujosos, y toda la casa se veía iluminada. Era un Shabat como todos, pero siempre se sentía, en cada uno de ellos, la majestuosa Santidad del primer día de la Creación.
Los comensales terminaron de entonar las canciones de Shabat que llenaron todo el recinto, cuando se escucharon unos golpes en la puerta de la entrada. "¿Quién será?", se preguntaron todos, porque no era habitual recibir visitas ese día y a esa hora. Instantes después, entra la mucama al comedor, y anuncia que un enviado del rey se hizo presente para hablar con el abuelo.
Éste se levanto súbitamente, y se dirigió a atender al representante de su amigo el rey, con quien mantenía excelentes relaciones. Lo hizo pasar, y le preguntó:
- ¿En qué puedo servirlo?
- Usted perdone, respetable señor - se disculpó el enviado - Pero nuestra majestad me mandó aquí con el objeto de pedirle que usted le envíe ahora, a su palacio, las alfombras que figuran en esta lista... El rey las necesita urgentemente, pues mañana a la noche ofrecerá una fiesta en honor de un amigo que vendrá a visitarlo, y quiere tener su casa en condiciones.
- Lo siento mucho - respondió el abuelo - El rey sabe que hace unas horas comenzó el día Shabat, y no realizo durante él ninguna operación comercial en mi negocio de alfombras. Tendrá que esperar hasta mañana a la noche, cuando acabe Shabat...
- No, no. No puede ser - dijo molesto el enviado - La recepción se hará mañana, y ya no habrá tiempo de colocar las alfombras...
- Pero usted entiéndame - le dijo el abuelo casi interrumpiéndolo - Yo no trabajo en Shabat. Dígale al rey que, muy a pesar mío, no puedo complacerlo. Si hubiese usted venido sólo unas horas antes...
El enviado no le contestó. Se dio vuelta y se fue, sin ocultar su contrariedad. El abuelo se sentó otra vez en la mesa, y le pidió a sus hijos y nietos que cantaran nuevamente. Con un visible nerviosismo, le hicieron caso al anciano dueño de casa. Y en unos minutos más, se escuchó de nuevo la llamada en la puerta. Era el mismo enviado de antes, quien expresó con dureza:
- ¡Señor! Dice el rey que no aceptará sus pretextos, y que quiere las alfombras que le pidió, ahora mismo. Éstas no se pueden conseguir en otro negocio, y si no las tiene ya, afectará todo su programa de recepción a los invitados.
El abuelo trató de mantener la calma, al replicarle:
- Usted tendrá que disculparme, pero yo no me apartaré de lo que le dije anteriormente: Hoy es Shabat, y no podré satisfacer el pedido de mi honorable amigo el rey.
Cuando el enviado se retiró, un silencio total dominó la casa, que minutos antes rebozaba de alegría y canciones. Acabaron de pronunciar el Bircat Hamazón (la Oración posterior a las Comidas), y suena la puerta nuevamente. Esta vez, el enviado no dijo nada. Le extendió al abuelo una carta, que decía lo siguiente:
Estimado señor:
Necesito urgentemente recibir las alfombras que figuran en la lista. Si usted me lo pide, le pagaré el doble o el triple de lo que vale, pero no aceptaré una negativa.
Si persiste en su posición, sólo imagínese qué le sucederá. Piénselo bien y tome la decisión.
Firmado: El Rey
El abuelo tomó la carta y se la entregó nuevamente al enviado, diciéndole:
Debido a que hoy es Shabat, no me es posible contestarle la carta al rey por escrito. Pero dígale usted lo siguiente: Él es realmente un soberano muy poderoso y honorable, al que tengo que obedecer y respetar. Pero sobre mi (y sobre él) está el Rey de los Reyes: El Creador del Mundo, quien me encomendó no realizar ninguna actividad comercial en Shabat, y eso es lo que finalmente haré. Lamento tener que perder un cliente tan importante como el rey, pero en este caso, no me queda otra alternativa...- dicho lo cual, el enviado se retiró raudamente.
El ambiente que reinó en la casa, no era el que habitualmente se vivía cada Shabat. Ratos de silencio: palabras de preocupación; algunos otros murmuraban, los niños preguntaban... En ese instante, la abuela gritó:
¿Qué pasa con ustedes? ¿Acaso están tristes por el abuelo? ¡Si él está haciendo lo que le ordenó la Torá, no tenemos de qué preocuparnos! Sigamos celebrando este Shabat, como todos los demás, y confiemos en Hashem...!
En los ojos de la abuela se notaba un brillo especial, que contagió a todos los que la oyeron. Todos humedecieron sus ojos... Mas nadie podía asegurar si esas lágrimas eran de angustia, o de emoción...
Pasaron las horas, y terminó Shabat.
Como si el enviado del rey, hubiese estado esperando que la familia termine de recitar la Habdalá (la Oración de la finalización del Shabat), tocó la puerta, y cuando le abrieron, le entregó al abuelo una carta.
"Preséntese en mi palacio. Mañana por la mañana. Sin falta. Firmado: El Rey".
¿Qué es esto? ¿Una invitación? ¿O un citatorio? El abuelo se dirigió a su familia, y les pidió:
¡Queridos hijos míos! Mañana he de ir al palacio del rey, y no sé qué será de este anciano; no sé que otra extraña actitud tendrá ese hombre conmigo, que siempre me trató tan amablemente. Pero yo tengo Emuná Shelemá (Confianza Plena) en Hashem, porque he obrado correctamente. Cuando trasponga esta puerta, todos ustedes se quedarán aquí, pero me acompañarán con sus rezos y súplicas, para que pueda retornar con ustedes en Paz...
En ese instante, rompió en un llanto, que hizo que se unieran a él hasta los miembros de la servidumbre.
Amaneció. El anciano madrugó y recitó la Tefilat Shajrit (la Oración Matutina). En el Bel Hakenéset, abrieron el Hejal, y pidieron al Eterno que le otorgue éxito y salvación al abuelo y a toda su familia, y al rato lo despidieron.
El anciano llegó a las puertasdel palacio, y fue hecho pasar hasta el recinto del rey (ya había estado allí otras veces). El monarca se levantó de su trono, y se acercó a recibir al anciano con todos los honores, como acostumbraba a hacerlo. Lo invitó a sentarse, y empezó a hablar:
Ante todo, quiero pedirle perdón por todas las molestias que le he causado, y por el mal momento que le hice pasar; usted sabe que yo lo aprecio mucho...
- El rey, al ver en la expresión del anciano, que no entendía nada de lo que estaba sucediendo, procedió a explicarle - Aquí está conmigo el conde Lukwig, que vino desde muy lejos. Ayer por la noche nos pusimos a conversar, y surgió el tema de los judíos. Él sostenía que los judíos hacen cualquier cosa por dinero. Y yo, que los conozco mucho más, sabía que si bien el dinero es muy apreciado por ellos, tienen sus principios basados en la Torá. Palabra va, palabra viene, y me hace una apuesta, cosa que yo acepté de inmediato. Íbamos a probar al más renombrado de los judíos de mi ciudad, para ver si es más importante el dinero, o los principios religiosos...
El abuelo se quedó con la boca abierta. El rey concluyó diciendo:
Usted no sólo me hizo ganar la apuesta, honorable señor, sino que me dio una lección de moral y rectitud, tanto a mí como a mi invitado. ¡Dichosos son ustedes, porque están tan apegados a sus convicciones, que no se apartan de ellas aunque hay mucho dinero de por medio, y aunque tengan que entregar la vida por obedecer a vuestro D-os...!
(Jobéret "Shabaton")
Era una noche de invierno; la noche de Shabat.
La familia estaba reunida alrededor de la mesa, encabezada por el abuelo. En esa mesa se veían los más sabrosos manjares: los platos y los cubiertos eran los más lujosos, y toda la casa se veía iluminada. Era un Shabat como todos, pero siempre se sentía, en cada uno de ellos, la majestuosa Santidad del primer día de la Creación.
Los comensales terminaron de entonar las canciones de Shabat que llenaron todo el recinto, cuando se escucharon unos golpes en la puerta de la entrada. "¿Quién será?", se preguntaron todos, porque no era habitual recibir visitas ese día y a esa hora. Instantes después, entra la mucama al comedor, y anuncia que un enviado del rey se hizo presente para hablar con el abuelo.
Éste se levanto súbitamente, y se dirigió a atender al representante de su amigo el rey, con quien mantenía excelentes relaciones. Lo hizo pasar, y le preguntó:
- ¿En qué puedo servirlo?
- Usted perdone, respetable señor - se disculpó el enviado - Pero nuestra majestad me mandó aquí con el objeto de pedirle que usted le envíe ahora, a su palacio, las alfombras que figuran en esta lista... El rey las necesita urgentemente, pues mañana a la noche ofrecerá una fiesta en honor de un amigo que vendrá a visitarlo, y quiere tener su casa en condiciones.
- Lo siento mucho - respondió el abuelo - El rey sabe que hace unas horas comenzó el día Shabat, y no realizo durante él ninguna operación comercial en mi negocio de alfombras. Tendrá que esperar hasta mañana a la noche, cuando acabe Shabat...
- No, no. No puede ser - dijo molesto el enviado - La recepción se hará mañana, y ya no habrá tiempo de colocar las alfombras...
- Pero usted entiéndame - le dijo el abuelo casi interrumpiéndolo - Yo no trabajo en Shabat. Dígale al rey que, muy a pesar mío, no puedo complacerlo. Si hubiese usted venido sólo unas horas antes...
El enviado no le contestó. Se dio vuelta y se fue, sin ocultar su contrariedad. El abuelo se sentó otra vez en la mesa, y le pidió a sus hijos y nietos que cantaran nuevamente. Con un visible nerviosismo, le hicieron caso al anciano dueño de casa. Y en unos minutos más, se escuchó de nuevo la llamada en la puerta. Era el mismo enviado de antes, quien expresó con dureza:
- ¡Señor! Dice el rey que no aceptará sus pretextos, y que quiere las alfombras que le pidió, ahora mismo. Éstas no se pueden conseguir en otro negocio, y si no las tiene ya, afectará todo su programa de recepción a los invitados.
El abuelo trató de mantener la calma, al replicarle:
- Usted tendrá que disculparme, pero yo no me apartaré de lo que le dije anteriormente: Hoy es Shabat, y no podré satisfacer el pedido de mi honorable amigo el rey.
Cuando el enviado se retiró, un silencio total dominó la casa, que minutos antes rebozaba de alegría y canciones. Acabaron de pronunciar el Bircat Hamazón (la Oración posterior a las Comidas), y suena la puerta nuevamente. Esta vez, el enviado no dijo nada. Le extendió al abuelo una carta, que decía lo siguiente:
Estimado señor:
Necesito urgentemente recibir las alfombras que figuran en la lista. Si usted me lo pide, le pagaré el doble o el triple de lo que vale, pero no aceptaré una negativa.
Si persiste en su posición, sólo imagínese qué le sucederá. Piénselo bien y tome la decisión.
Firmado: El Rey
El abuelo tomó la carta y se la entregó nuevamente al enviado, diciéndole:
Debido a que hoy es Shabat, no me es posible contestarle la carta al rey por escrito. Pero dígale usted lo siguiente: Él es realmente un soberano muy poderoso y honorable, al que tengo que obedecer y respetar. Pero sobre mi (y sobre él) está el Rey de los Reyes: El Creador del Mundo, quien me encomendó no realizar ninguna actividad comercial en Shabat, y eso es lo que finalmente haré. Lamento tener que perder un cliente tan importante como el rey, pero en este caso, no me queda otra alternativa...- dicho lo cual, el enviado se retiró raudamente.
El ambiente que reinó en la casa, no era el que habitualmente se vivía cada Shabat. Ratos de silencio: palabras de preocupación; algunos otros murmuraban, los niños preguntaban... En ese instante, la abuela gritó:
¿Qué pasa con ustedes? ¿Acaso están tristes por el abuelo? ¡Si él está haciendo lo que le ordenó la Torá, no tenemos de qué preocuparnos! Sigamos celebrando este Shabat, como todos los demás, y confiemos en Hashem...!
En los ojos de la abuela se notaba un brillo especial, que contagió a todos los que la oyeron. Todos humedecieron sus ojos... Mas nadie podía asegurar si esas lágrimas eran de angustia, o de emoción...
Pasaron las horas, y terminó Shabat.
Como si el enviado del rey, hubiese estado esperando que la familia termine de recitar la Habdalá (la Oración de la finalización del Shabat), tocó la puerta, y cuando le abrieron, le entregó al abuelo una carta.
"Preséntese en mi palacio. Mañana por la mañana. Sin falta. Firmado: El Rey".
¿Qué es esto? ¿Una invitación? ¿O un citatorio? El abuelo se dirigió a su familia, y les pidió:
¡Queridos hijos míos! Mañana he de ir al palacio del rey, y no sé qué será de este anciano; no sé que otra extraña actitud tendrá ese hombre conmigo, que siempre me trató tan amablemente. Pero yo tengo Emuná Shelemá (Confianza Plena) en Hashem, porque he obrado correctamente. Cuando trasponga esta puerta, todos ustedes se quedarán aquí, pero me acompañarán con sus rezos y súplicas, para que pueda retornar con ustedes en Paz...
En ese instante, rompió en un llanto, que hizo que se unieran a él hasta los miembros de la servidumbre.
Amaneció. El anciano madrugó y recitó la Tefilat Shajrit (la Oración Matutina). En el Bel Hakenéset, abrieron el Hejal, y pidieron al Eterno que le otorgue éxito y salvación al abuelo y a toda su familia, y al rato lo despidieron.
El anciano llegó a las puertasdel palacio, y fue hecho pasar hasta el recinto del rey (ya había estado allí otras veces). El monarca se levantó de su trono, y se acercó a recibir al anciano con todos los honores, como acostumbraba a hacerlo. Lo invitó a sentarse, y empezó a hablar:
Ante todo, quiero pedirle perdón por todas las molestias que le he causado, y por el mal momento que le hice pasar; usted sabe que yo lo aprecio mucho...
- El rey, al ver en la expresión del anciano, que no entendía nada de lo que estaba sucediendo, procedió a explicarle - Aquí está conmigo el conde Lukwig, que vino desde muy lejos. Ayer por la noche nos pusimos a conversar, y surgió el tema de los judíos. Él sostenía que los judíos hacen cualquier cosa por dinero. Y yo, que los conozco mucho más, sabía que si bien el dinero es muy apreciado por ellos, tienen sus principios basados en la Torá. Palabra va, palabra viene, y me hace una apuesta, cosa que yo acepté de inmediato. Íbamos a probar al más renombrado de los judíos de mi ciudad, para ver si es más importante el dinero, o los principios religiosos...
El abuelo se quedó con la boca abierta. El rey concluyó diciendo:
Usted no sólo me hizo ganar la apuesta, honorable señor, sino que me dio una lección de moral y rectitud, tanto a mí como a mi invitado. ¡Dichosos son ustedes, porque están tan apegados a sus convicciones, que no se apartan de ellas aunque hay mucho dinero de por medio, y aunque tengan que entregar la vida por obedecer a vuestro D-os...!
(Jobéret "Shabaton")
Comentando la Perashá: Behaaloteja
LOS SIETE BRAZOS DE LA SEMANA
Esta perashá comienza con las palabras de Hshem dirigidas a Aharón Hacohén (el Sumo Sacerdote Hebreo):
"Cuando subas (a encender) las velas, frente a la faz de la Menorá, iluminarán las siete velas" (Bamidbar VIII 2).
Es sabido que uno de los elementos Sagrados del Mishcán (Santuario), y posteriormente del Bet Hamikdash (Templo Sagrado Judío), era la Menorá, el Candelabro de Siete Brazos. Y la palabra "Menorá" (candelabro) se refiere específicamente a la luminaria del centro, siendo los seis restantes (tres a cada lado) los adicionales.
Desde el momento en que Aharón HaCohén encendió por primera vez los siete brazos, la Menorá del centro quedó ardiendo milagrosamente siempre, hasta que se destruyó el Bet Hamikdash.
Mucho se ha escrito en relación a la Menorá y su significado. A continuación, citaremos una explicación filosófica:
La Menorá puede compararse al Shabat: Este día está en el centro, y tres días de la semana lo preceden y otros tres lo suceden. En el Bet Hamikdash, de manera milagrosa, las llamas de los costados se inclinaban hacia la llama del centro, y en la comparación con los días de la semana, los tres días anteriores y los tres días posteriores al Shabat, dependen de éste. En el Bet Hamikdash, la Menorá era el testimonio de los lazos existentes entre Hshem y Su Pueblo, por los milagros que se producían. Igualmente el Shabat, es el testimonio del Amor que existe entre el Am Israel y Su Creador. En los seis primeros días de la Creación, no había en el mundo una Luz Espiritual, hasta que llegó el Shabat, que ilumina las almas de todo el que lo cuida. Y cada Shabat se renueva esa Luz, que llena de espiritualidad todo el universo. Queda en manos de la persona esa renovación, dedicándose exclusivamente a la actividad espiritual, en este día tan Sagrado.
Shabat es día de Teshubá (Teshubá es la acción que emprende el Yehudí que pretende retornar al Camino Correcto). Y al mísmo tiempo sería muy indicado que la persona que quiera alcanzar la Teshubá, que empiece por el Shabat. Porque la Teshubá es comenzar de nuevo, como si la persona fuese una criatura recién nacida.
Encontramos muchos casos en el Zóhar (Libro de la Kabalá) donde Yehudim que estuvieron totalmente alejados del camino de Hshem, fueron aceptados y considerados como grandes Tzadikim (Justos), gracias a la Teshubá.
El Shabat es, en el Am Israel, el día de la renovación de las fuerzas espirituales. Cuando el Yehudí cumple y cuida Shabat, Hshem considera como si empezara una vida nueva. Y es por eso que en una estrofa de una de las canciones de Shabat decimos: "El día de hoy, los lamentos y las penurias, desaparecen". En Shabat, la persona no tiene por qué lamentarse de sus pecados, ¡pues éstos son anulados!
Cuando después de una boda se realizan las tradicionales ceremonias de Sheba Berajot, cada día tiene que asistir a la fiesta una persona que no haya estado en el banquete, y esta persona se denomina ''Panim Jadashot'' (caras nuevas). En Shabat, no es necesario que asista quien no haya estado en el banquete, pues el mismo día es considerado ''Panim Jadashot''. ¡La luz del Shabat es una Luz nueva, que ilumina toda la vida del Yehudí!
Dirijamos nuestra vista al Shabat, como las luminarias de la Menorá. Y el Shabat nos otorgará nuevas ansias de emprender la vida que tenemos por delante.
¡Está en nuestras manos; aprovechémoslo!
(Extraído de Shem MiShemuel - Behaalotejá)
Solo Bat Israel agradece a Kaalov Argentina el artículo enviado.
Esta perashá comienza con las palabras de Hshem dirigidas a Aharón Hacohén (el Sumo Sacerdote Hebreo):
"Cuando subas (a encender) las velas, frente a la faz de la Menorá, iluminarán las siete velas" (Bamidbar VIII 2).
Es sabido que uno de los elementos Sagrados del Mishcán (Santuario), y posteriormente del Bet Hamikdash (Templo Sagrado Judío), era la Menorá, el Candelabro de Siete Brazos. Y la palabra "Menorá" (candelabro) se refiere específicamente a la luminaria del centro, siendo los seis restantes (tres a cada lado) los adicionales.
Desde el momento en que Aharón HaCohén encendió por primera vez los siete brazos, la Menorá del centro quedó ardiendo milagrosamente siempre, hasta que se destruyó el Bet Hamikdash.
Mucho se ha escrito en relación a la Menorá y su significado. A continuación, citaremos una explicación filosófica:
La Menorá puede compararse al Shabat: Este día está en el centro, y tres días de la semana lo preceden y otros tres lo suceden. En el Bet Hamikdash, de manera milagrosa, las llamas de los costados se inclinaban hacia la llama del centro, y en la comparación con los días de la semana, los tres días anteriores y los tres días posteriores al Shabat, dependen de éste. En el Bet Hamikdash, la Menorá era el testimonio de los lazos existentes entre Hshem y Su Pueblo, por los milagros que se producían. Igualmente el Shabat, es el testimonio del Amor que existe entre el Am Israel y Su Creador. En los seis primeros días de la Creación, no había en el mundo una Luz Espiritual, hasta que llegó el Shabat, que ilumina las almas de todo el que lo cuida. Y cada Shabat se renueva esa Luz, que llena de espiritualidad todo el universo. Queda en manos de la persona esa renovación, dedicándose exclusivamente a la actividad espiritual, en este día tan Sagrado.
Shabat es día de Teshubá (Teshubá es la acción que emprende el Yehudí que pretende retornar al Camino Correcto). Y al mísmo tiempo sería muy indicado que la persona que quiera alcanzar la Teshubá, que empiece por el Shabat. Porque la Teshubá es comenzar de nuevo, como si la persona fuese una criatura recién nacida.
Encontramos muchos casos en el Zóhar (Libro de la Kabalá) donde Yehudim que estuvieron totalmente alejados del camino de Hshem, fueron aceptados y considerados como grandes Tzadikim (Justos), gracias a la Teshubá.
El Shabat es, en el Am Israel, el día de la renovación de las fuerzas espirituales. Cuando el Yehudí cumple y cuida Shabat, Hshem considera como si empezara una vida nueva. Y es por eso que en una estrofa de una de las canciones de Shabat decimos: "El día de hoy, los lamentos y las penurias, desaparecen". En Shabat, la persona no tiene por qué lamentarse de sus pecados, ¡pues éstos son anulados!
Cuando después de una boda se realizan las tradicionales ceremonias de Sheba Berajot, cada día tiene que asistir a la fiesta una persona que no haya estado en el banquete, y esta persona se denomina ''Panim Jadashot'' (caras nuevas). En Shabat, no es necesario que asista quien no haya estado en el banquete, pues el mismo día es considerado ''Panim Jadashot''. ¡La luz del Shabat es una Luz nueva, que ilumina toda la vida del Yehudí!
Dirijamos nuestra vista al Shabat, como las luminarias de la Menorá. Y el Shabat nos otorgará nuevas ansias de emprender la vida que tenemos por delante.
¡Está en nuestras manos; aprovechémoslo!
(Extraído de Shem MiShemuel - Behaalotejá)
Solo Bat Israel agradece a Kaalov Argentina el artículo enviado.
Día Internacional de la Mujer en Ledor Vador
9 de marzo del 2017 -11 de Adar del 5777. En el Hogar Ledor Vador, sito en Guevara 447, Ciudad Autónoma de Buenos Aires se celebró el Día Internacional de la Mujer.
A partir de las 16.30 hs e invitados por la Secretaria de la Mujer, tanto los visitantes, como los abuelos que residen en el hogar pudieron participar de un espectáculo de color y música con el Elenco de Danza Moderna del CIAM Jofesh (Centro integral de adultos mayores de Amia) a cargo de la Profesora Marina Picowski.
La nota de humor la trajo Pani Chama con su unipersonal "SOS, tengo una madre judía" y el Show musical de Nancy Sitkinas.
El tango no podía faltar en el festejo.
La entrada era libre y sólo se pedía la colaboracion de artículos de perfumería para los residentes.
A partir de las 16.30 hs e invitados por la Secretaria de la Mujer, tanto los visitantes, como los abuelos que residen en el hogar pudieron participar de un espectáculo de color y música con el Elenco de Danza Moderna del CIAM Jofesh (Centro integral de adultos mayores de Amia) a cargo de la Profesora Marina Picowski.
La nota de humor la trajo Pani Chama con su unipersonal "SOS, tengo una madre judía" y el Show musical de Nancy Sitkinas.
El tango no podía faltar en el festejo.
La entrada era libre y sólo se pedía la colaboracion de artículos de perfumería para los residentes.
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